domingo, 13 de diciembre de 2009

¨Torito¨ por Cortazar

Justo Suárez fue el protagonista de ¨Torito¨ (Final del Juego, 1956), uno de los relatos más famosos de Julio Cortázar, quien fue un gran admirador de Suárez. El cuento está relatado en primera persona a la manera de un monólogo interior, como si se tratara del pensamiento del propio Justo Suárez, aquí en la voz de su autor:

sábado, 12 de diciembre de 2009

El hombre que cuida a los gladiadores

El hombre de las 82 peleas tiene ahora 87 años y aún recuerda el día en que tuvo que agarrarse a las piñas, en el Luna Park, con su mejor amigo. Se habían conocido en un club del barrio de Flores y eran boxeadores aficionados, pero una noche su amigo durmió en su casa, la familia entera lo adoptó y se quedó a vivir como un hermano más.

Los dos muchachos se habían anotado en el Campeonato de los Guantes de Oro. Y una madrugada, al recibir el diario, descubrieron que el sorteo los obligaba a enfrentarse a suerte y verdad. Fue entonces cuando Francisco Oscar Seleme tiró la toalla y dijo que él jamás se batiría con Jacinto Yañes, su "hermano" por elección. Fue su padre, un inmigrante árabe, carnicero y hombre razonador, quien lo convenció de cumplir. "Francisco, tienen que pelear y después seguir con la amistad de siempre", le dijo.

La tarde del jueves señalado, Seleme y Yañes viajaron juntos en el 25 a Primera Junta y luego hicieron las combinaciones del subte hasta Corrientes y Bouchard. Se cambiaron en el mismo camarín sin decirse nada. Subieron al ring y escucharon la ensordecedora ovación del público. Fueron al centro y comenzaron a lanzarse golpes. Seleme era guapo y peleador, pero Yañes era bailarín y más pulido. Se dieron con todo, buscándose el cuerpo y la cara. Y al final Seleme perdió. Se abrazaron, sudorosos y lastimados, bajaron del ring, se cambiaron y regresaron haciéndose bromas y riéndose de todo como si el resultado no hubiera importado nada.

En las semanas siguientes, Seleme hizo guantes con Yañes y lo ayudó a entrenarse, a llegar a la final y a ganar el campeonato. "Fuimos amigos durante décadas aunque al final dejé un tiempo de verlo -me dice Seleme, una especie de Broderick Crawford cincelado por los nudillos de la vida-. De viejo vivía en una villa y hace unos años alguien me vino con la noticia. Era una noticia triste. Qué dolor. Jacinto Yañes había muerto".

A Seleme, el hijo del carnicero, le decían "La Pantera" y era un luchador amateur. Un tío lo había introducido en el arte marcial de los pobres invitándolo de chico a seguir la carrera del legendario Justo Suárez. El pibe, al igual que Julio Cortázar, se volvió un fanático del pugilismo viendo pelear al "Torito", que fue un hidalgo de la miseria y que ganó cinco peleas electrizantes en Estados Unidos antes de vencer al chileno Estanislao Loayza: en la primera fila estaban, esa noche, el presidente José Félix Uriburu y los príncipes de Gran Bretaña.

"Pocos años después lo vi perder frente a Víctor Peralta -me cuenta Seleme-. Peralta se ganó el odio de todos. Me acuerdo que el Luna Park no tenía techo. Y que yo no paraba de llorar". En el libro Final del juego , Cortázar adoptaría más tarde la voz fracasada de "Torito": "Qué le vas a hacer, ñato, cuando estás abajo todos te fajan. Todos, che, hasta el más maula. Te sacuden contra las sogas, te encajan la biaba".

Seleme ya tenía muy adentro el virus de esa pasión devastadora. Su padre lo anotó en el Club Gimnasia y Esgrima de Vélez Sarsfield y allí peleaba con los muchachos de Mataderos, dirigido por un semifondista. Su tío lo acompañaba a las peleas, merodeaba los camarines contrarios, espiaba y venía siempre con alguna información precisa: "Pegale en el ojo derecho, que se lastimó en el entrenamiento". "La Pantera" tiraba y recibía obuses. Daba y encajaba sin medir costos. Así ganó y perdió, lastimó y salió lastimado.

Durante siete años hizo 82 combates y tuvo, por supuesto, un rival enconado, un rubión norteamericano, radicado en Buenos Aires, a quien también le gustaba entrar a dar sin ahorrarse nada. La primera vez fue en el Luna y Seleme perdió por puntos en una carnicería doble. El yankee no pegaba fuerte, pero pegaba mucho. La segunda vez, en su club, le dieron a "La Pantera" un empate: "Así que seguro que ese día me ganó el gringo". La tercera vez fue en "La Tapera" de Morón, y desde que sonó el primer gong hasta el último intercambiaron trompadas sin parar. Al final de cinco rounds sangrientos les otorgaron una medalla. No por ser los mejores. Sino por ser los más valientes.

A Seleme no le interesaba ganar plata con el boxeo porque trabajaba con su padre, pero un día interceptó a su entrenador y le preguntó: "¿Por qué no puedo ser profesional?". El veterano le respondió con sinceridad: "Porque usted está para retirarse". Seleme se quedó seco. "Si usted supiera agarrar, si no fuera tan para adelante y se dignara a trabar -dijo el técnico- yo lo habría hecho profesional. Pero con ese temperamento lo van a destrozar, Francisco. Lo van a destrozar por dentro y por fuera."

Celebridad

El fin de su carrera no significó su desvinculación del mundo de los púgiles. Todo lo contrario: llegó a ser una celebridad en ese ambiente rudo donde se lo trata como un venerable maestro. Selene fue juez, hizo los cursos de árbitro, director técnico, fiscal, supervisor y cronometrista, y hoy es presidente de la Escuela Argentina de Box.

Recuerdo al escucharlo una frase de Thomas Hearns: "Quienes luchan conmigo nunca vuelven a ser los mismos. Llego a su interior y les hago un daño imborrable". La cita me pasa por la cabeza cuando me narra la pelea más dramática y violenta de la historia del boxeo argentino. Ocurrió el 20 de marzo de 1980 y no estaba en juego ningún título. Horacio Saldaña y Eduardo Yanni venían a dar una exhibición, una pelea por la bolsa y nada más. Seleme estaba ahí, a un costado, con sus tarjetas a mano, observando la eficacia de las manos, la justeza de los golpes, el movimiento permanente de la cintura, el terrible esfuerzo de sostener tantos minutos los brazos en alto, el baile de las piernas.

"Fue brutal, algo que nunca había visto -me dice pasándose una mano por la frente-. Desde el comienzo hubo un cambio feroz de golpes, iban de cuerda a cuerda". Una demolición mutua, sistemática, una batalla sin enconos ni razón. Tuvieron que parar el combate en el quinto round porque los dos estaban hechos pedazos. Ninguno de ellos volvió a ser el mismo después de aquella extraña y nefasta noche.

Desde la década del ´50, el hijo del carnicero juzgó miles y miles de contiendas pugilísticas de la Argentina y del mundo. Anotó hasta 400 títulos decisivos en los que le tocó justipreciar y después simplemente dejó de contarlos. Estuvo en títulos mundiales y fue juez del primer combate argentino entre mujeres: ganó esa vez, como tantas, la Tigresa Acuña. Seleme aprendió a separar los puñetazos apócrifos de los certeros, a calibrar la calidad y pericia de un gladiador, a discriminar a un artista honesto del ring de un simple farsante. Para muchos el boxeo es un arte serio. Muhammad Alí le decía a Norman Mailer que él era el mayor artista que había dado ese rito en el que dos hombres juegan el ajedrez de los puños desde el principio de los tiempos. Paralelamente, Seleme se fue consolidando en la pedagogía del pugilismo, un mundo donde se habla de "caminar el ring" y "armar la guardia", y donde se escuchan inquietantes palabras: pera y costal;jab, cross, crochet, uppercut y swing .

El exceso del coraje, que envicia, y el culto de la brutalidad, que la experiencia le hizo sufrir y gozar en carne propia, convenció a Seleme de propender a la protección del boxeador. "Cada vez los protegemos más, aunque lo hacemos en detrimento del espectáculo -me confiesa-. Porque a una parte del público le encantan las masacres". Seleme trabaja ahora en su escuela sobre los jóvenes luchadores que vienen del interior con un bolsito y una esperanza, y a quienes hay que proporcionales maestros deportivos y existenciales. "Casi todos vienen buscando una salida económica y algunos ni siquiera saben leer y escribir bien -me aclara-. Es por eso que les ponemos un profesor y los obligamos a aprender."

Como tienen mucho apuro en ganar dinero, algunos de esos boxeadores tratan de incumplir el reglamento. Es por eso que Seleme y su gente actúan como una suerte de gendarmería del box. Entre pelea y pelea debe transcurrir una determinada cantidad de días. Cuando un boxeador cae por nocaut debe dejar pasar un mes y presentar certificados médicos antes de ser rehabilitado. Si ese mismo boxeador es noqueado de nuevo se lo suspende por seis meses. Y, si pierde por tercera vez de la manera rápida, la suspensión alcanza un año entero. Luego, directamente se le retira la licencia por baja performance. "Y muchos hacen peleas truchas en el Gran Buenos Aires -se lamenta el viejo maestro-. Nosotros tratamos de fiscalizar y enviamos telegramas a los intendentes para que se impida tal combate o se clausuren determinados festivales".

Un nocaut y un cross

Le pido una especificación técnica. Me la da: un nocaut típico lleva a 14 segundos de conmoción y el crosses el impacto más crudo de todos.

Los veteranos aconsejan a los talentos más destacados de la lucha profesional que no metan la plata de sus bolsas en negocios etéreos, sino en ladrillos. La derrota total parece un fatalismo del que pocos pueden escapar: Seleme conoce decenas de casos con nombre y apellido de campeones que se hicieron millonarios y después lo perdieron todo. Personas que se dedicaron a la fama y el trago, hicieron malas inversiones y salieron esquilmados, y tuvieron que regresar entonces al mismo puerto del que habían partido, pero viejos y arruinados: el puerto de la "mishiadura".

Cuando Seleme les habla a los chicos jóvenes, éstos lo escuchan con respeto sagrado. Parece tan sencillo. Pero más tarde el destino negro suele desbaratar las buenas intenciones. Da rabia esa ingenuidad, pero "La Pantera" sigue adelante, intentándolo una y otra vez, sintiéndose útil entre gente joven, pura mísitica sin moneda.

Le cuesta un poco caminar a este Broderick Crawford del Bajo Flores. Caminamos por la Redacción y me revela que, en 1945, mientras trabajaba en un frigorífico, el frío de las cámaras le afectó seriamente las rodillas. Tuvo que colocarse dos prótesis, una italiana y otra alemana. "No se pelean entre ellas -dice con una sonrisa-. Pero están un poco gastadas, las pobres".

Seleme ama tanto el box que intenta convencerme de que el sudor y la sangre de dos hombres, esa combustión íntima del combate, diluye los odios. Por eso, a pesar de que a nadie le gusta perder, los boxeadores que se han enfrentado lealmente terminan abrazados, sin las broncas del comienzo.

Me doy cuenta de que mira el boxeo como un juego de varones leales. Como lo miraba aquella remota noche en que se trompeó un largo rato con el finado Jacinto Yañes, su mejor amigo, para luego cambiarse y regresar sin rencores al afecto de siempre.

La muerte de su padre me lleva a Pepe Biondi y a Mario Fortuna. Los dos actores, cuando todavía eran completos desconocidos, tenían una peña barrial a la vuelta de la carnicería del inmigrante árabe, y éste no resistía hacerles cada tanto un asado. En recompensa, Biondi y Fortuna invitaban a los Seleme al circo donde actuaban.

"Que me cremen"

"La primera vez quedamos boquiabiertos -dice-. Nuestros vecinos eran malabaristas, trapecistas, actores consumados. Después, con el tiempo, fuimos a verlos miles de veces al teatro de Corrientes y Esmeralda. Es por eso que yo quiero que me cremen y que tiren mis cenizas en el club del barrio, en la Escuela de Box y en el Maipo".

Esa última ocurrencia apareció después de la muerte del viejo carnicero. Francisco sintió una conmoción cuando su padre se apagó. Iba todos los días al cementerio y se sentaba un rato frente a su tumba. En una ocasión, escuchó gritos y corridas, y siguió a los empleados, y descubrió que habían abierto un féretro rasguñado y que los sepultureros habían encontrado finalmente muerto a un enterrado vivo. No puedo dejar de pensar en la catalepsia, en el relato de Poe y en las leyendas urbanas. Pero Seleme está aquí como testigo de cargo. Me dice en voz baja: "No sé lo que habrá del otro lado, pero por las dudas le pedí a mi hijo que me redujeran a cenizas. Aquel espectáculo fue terrible".

Hablamos del paraíso. Una vez por semana, el maestro de boxeadores viaja a Tigre, a Berasategui o a Brandsen, participa de los festivales amateurs , mira de siete a veinte peleas, y al final se come un choripán con sus camaradas comentando los detalles de la noche.

Los días que transmiten peleas nacionales e internacionales Seleme baja el volumen de la televisión, saca su libreta y hace sus propios fallos para luego compararlos con los oficiales. Muchas veces se despierta tremendamente feliz de un sueño y le dice a su mujer: "Estaba arriba del ring; estaba peleando". Esas son las pequeñas dichas, las simples formas que tiene el paraíso ensordecedor de "La Pantera".

EL PERSONAJE

FRANCISCO OSCAR SELEME
Maestro de boxeadores, testigo de época

  • Quién es: hijo de un inmigrante árabe. Tiene 87 años, nació en Flores. Participó en 83 peleas y, junto con Néstor Rolando, fue juez de box varias décadas. Desde hace 18 años es el director de la Escuela Argentina de Box.

  • Qué hace: enseña a los jóvenes talentos de box y a todas las autoridades que rigen el boxeo: directores, técnicos, jueces, supervisores, fiscales, árbitros y cronometristas.

  • Qué piensa: cómo proteger mejor al boxeador y cómo afinar este gran arte polémico. Es una celebridad en el ambiente y un filósofo de la lucha leal.

    Publicado el sábado 12 de diciembre de 2009 en Diario La Nación. Autor: Jorge Fernandez Dias

jueves, 26 de noviembre de 2009

Opera

Cada vez me resulta más evidente que la banda sonora de Toro (box) debe ser Operística, quiero utilizar fragmentos de operas trágicas, operas monumentales.
Hace semanas, cuando me encuentro estoy escribiendo la obra, armando carpetas o simplemente pensando elementos de la puesta, escuchar fragmentos de Operas me generan una terrible empatia, siento que es lo que debe sonar de fondo, y sin lugar a dudas, va a ser la mejor compañía para la escena final.
Por el momento, mi preferencia es Giuseppe Verdi (Otello; La Forza del Destino) y Richard Strauss (Salomé)

martes, 17 de noviembre de 2009

El boxeo se trata del respeto. De obtenerlo para uno mismo y de quitarselo al otro.

viernes, 16 de octubre de 2009

El boxeo es un acto antinatural. Porque todo en el es al reves. Si uno quiere moverse a la izquierda, no da un paso a la izquierda, sino que presiona el dedo del pie derecho. Para moverse a la derecha, uno usa el dedo del pie izquierdo. En lugar de huir del dolor, como haria una persona en sus cabales uno va hacia el. Todo en el boxeo es al reves.

jueves, 15 de octubre de 2009

Videos

Los mejores ko de la historia del boxeo



ko`s boxeo knockouts



"La Pantera" Herrera" KO a Locomotora" Castro VS

EL Roña
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jueves, 1 de octubre de 2009

Boxeo

El boxeo (del inglés boxing), también llamado a veces boxeo inglés o boxeo irlandés, y coloquialmente como box, es una arte marcial deportiva en el que dos contrincantes luchan utilizando únicamente sus puños recubiertos con guantes, golpeando a su adversario de la cintura hacia arriba, dentro de un cuadriláteroespecialmente diseñado a tal fin, en breves secuencias de lucha denominadas asaltos o rounds y de acuerdo a un preciso reglamento.

De un modo más general, boxeo o pugilismo se refiere a un amplio género de artes marciales deportivas en las que dos adversarios se enfrentan en lucha utilizando los puños, de manera exclusiva o no, diferenciándose según sus reglas diferentes deportes como el ya mencionado boxeo inglés o boxeo propiamente dicho, el boxeo francés o savate, el boxeo chino o boxeo Shaolín, el kick boxing o boxeo japonés, el muay thai o boxeo tailandés, los antiguos pugilatos griegos como el pygmachia y el pancracio, etc.

La primera codificación de las normas que regulan los encuentros de boxeo se remonta a 1743, mientras que las reglas todavía vigentes fueron establecidas en 1889 por el marqués de Queensberry, quien entre otras cosas introdujo el uso de los guantes.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Definiciones

Boxeo:
El
boxeo (del inglés boxing), también llamado a veces boxeo inglés o boxeo irlandés, y coloquialmente como box, es una arte marcial deportiva en el que dos contrincantes luchan utilizando únicamente sus puños recubiertos con guantes, golpeando a su adversario de la cintura hacia arriba, dentro de un cuadrilátero especialmente diseñado a tal fin, en breves secuencias de lucha denominadas asaltos o rounds y de acuerdo a un preciso reglamento.

De un modo más general, boxeo o pugilismo se refiere a un amplio género de artes marciales deportivas en las que dos adversarios se enfrentan en lucha utilizando los puños, de manera exclusiva o no, diferenciándose según sus reglas diferentes deportes como el ya mencionado boxeo inglés o boxeo propiamente dicho, el boxeo francés o savate, el boxeo chino o boxeo Shaolín, el kick boxing o boxeo japonés, el muay thai o boxeo tailandés, los antiguos pugilatos griegos como el pygmachia y el pancracio, etc.

La primera codificación de las normas que regulan los encuentros de boxeo se remonta a 1743, mientras que las reglas todavía vigentes fueron establecidas en 1889 por el marqués de Queensberry, quien entre otras cosas introdujo el uso de los guantes.

Tradicionalmente ha sido considerado como una práctica deportiva exclusivamente masculina, afectada legal y culturalmente por prejuicios de género. El reconocimiento de los derechos de las mujeres y los avances en la lucha contra la discriminación, han permitido que en las últimas décadas se registrara un auge del boxeo femenino.


Drama:
Drama (del griego δράμα, hacer o actuar) es la forma de presentación de acciones a través de su representación por actores. Suele llamarse "drama" únicamente al que incluye elementos trágicos, especialmente cuando tiene el llamado "final trágico", pero el término abarca también las obras cómicas.

De hecho, desde sus inicios en la Grecia Antigua (donde se considera que el teatro tiene su nacimiento occidental) el drama incluye la tragedia y la comedia. Posteriormente, el drama se divide en géneros realistas y géneros simbólicos; entre los primeros quedaron inscriptas la tragedia y la comedia ya existentes y, entre los segundos, el melodrama, la farsa y la tragicomedia, reconocidos como tales desde el Renacimiento.

Algunos teóricos del siglo XX insisten en la diferenciación categórica entre el Drama y el Teatro, siendo la primera la versión constituida en lo absoluto por elementos lingüísticos, formando parte entonces, de lo que se considera como género literario, siendo la particularidad de este la predominancia de la función apelativa del lenguaje, la ausencia de un mediador entre el mundo creado o realidad ficticia y el lector, su posibilidad virtual de ser Teatralizado, etc.

El Teatro sería la concreción del Drama que incluye el espectáculo, la actuación, la música, etc. Es decir, elementos que no le son propios al drama como realidad lingüística acotada solamente al discurso. El análisis de un Drama puede ser hecho desde la crítica literaria, en cambio el análisis del teatro debe incluir factores como actuación, evaluación del espectáculo, los músicos, la iluminación, etc.

Se puede añadir la precisión, desde la perspectiva de la etnoescenología,campo interdisciplinario que estudia los Fenómenos y Comportamientos Humanos Espectaculares Organizados (PCHSO) del Teatro que es un subgrupo dentro del conjunto de formas espectaculares organizadas. Se pueden distinguir tres aspectos claves dentro del análisis de una forma espectacular: la "espectacularidad" la "performatividad"; y el fenómeno de "relación simbiótica", o de "empatía" que se construye en la relación al público (Pradier, 1996).

La pertinencia de la evaluación de estos aspectos del teatro como forma espectacular, esta en el hecho que toda forma espectacular responde a un contexto social. En este aspecto, la dramaturgia, y su manifestación espectacular por medio del teatro, se organizan por medio de códigos que no son universales, pero particulares a un contexto histórico y cultural. Tobal


Tragedia:
La
tragedia es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el destino o los dioses, moviéndose casi siempre (recordemos la "Orestiada" de Esquilo que tiene una reconciliación al final) hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el sino, el hado o fatum, anunciado siempre por diversos oráculos. Su etimología deriva de la palabra griega τράγος /"Trágos "/, es decir, macho cabrío. La traducción literal es "canto del macho cabrío", debido a que los actores que las interpretaban vestían atuendos de piel de cabra. Las tragedias acaban generalmente en la muerte o en la destrucción física, social, intelectual o moral del personaje principal, quien es sacrificado así a esa fuerza que se le impone, y contra la cual se rebela con orgullo insolente o hybris. También existen las tragedias de sublimación, en las que el personaje principal es mostrado como un héroe que desafía las adversidades con la fuerza de sus virtudes, ganándose de esta manera la admiración del espectador, como es el caso de Antígona de Sófocles. La tragedia nació como tal en Grecia con las obras de Tespis y Frínico, y se consolidó con la tríada de los grandes trágicos del clasicismo griego: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Las tragedias clásicas se caracterizan, según Aristóteles, por generar una catársis en el espectador.